Dead as Love

-Y entonces se encadena uno a su sueño hasta que lo vuelve pesadilla.
-¡Qué raro esto que usted me cuenta...!
-C'est la vie monsieur, pero hay algo de lo que creo no se ha dado cuenta.
-¿Qué es esto?
-¿Cómo podría uno mismo encadenarse? No, obviamente, hay alguien más
junto a nosotros que fuerza las cadenas y cruza el candado
asegurándose nuestra prisión.
-¡Cruel!
-No lo creo. ¿Cómo pudo ese uno tomar las cadenas y pacientemente
abrazarnos con ellas? No sin nuestro consentimiento.
-¡Qué tragedia esto de vivir! ¿No puede uno decir "Gracias por la
compañía, tome sus cadenas y arme un puente levadizo", y así sin más,
marcharse y recostarse en alguna nube?
-Se va y se viene, plante el árbol de su esperanza y espere.
-¿Qué debo esperar?
-A que llegue la vendimia y la muerte pacientemente coseche todas sus
ilusiones.
-Prefiero beber el aire puro y respirar la tierra de mis pies y ser
alimento fresco para el viajero hambriento.
-Vivimos en una tierra solitaria, mi querido.
-Florecería simplemente para respirar mil colores y henchirme lleno de
vida, extasiado de fuerza.
-¿Sabe lo que les sucede a los frutos llenos de vida?
-¿Qué les sucede?
-O bien se vuelven alimento de algún desconocido, o bien caen al suelo
y con mirada tristísima, luego de alguna trágica sentencia, mueren.
-Se pudren.
-En absoluto. ¿Cómo puede decir que simplemente se pudren cuando hace
unos instantes les adjudicaba el hálito puro del amor que nos mueve?
-¿Pero dónde está el amor entonces?
-Aquí y allí supongo, de a puñados en cualquier lugar.
-¿Cómo puede ser esto? Debe haber una fuente, debe haber un árbol, de
donde nazca el brío del arroyo y el fruto infinito en el cual los
hombres puedan beber y comer y ser felices por siempre.
-No he visto más que algunos charcos en mi juventud.
-¡Qué tragedia esto de amar!
-Oh, y recuerdo también un arbusto que ofrecía unos frutos amargos,
pero creo que un jardinero vino y lo arrancó confundiéndolo con la maleza.
-Quisiera ser rey para ser feliz.
-Quisiera ser bello para ser feliz.
-Quisiera ser feliz para gobernarme a mí mismo.
-Quisiera ser feliz para ver belleza allí donde mire.
-La vida está llena de espejos.
-Muy cierto. Nos creemos en un basto mundo y nos vemos de mil maneras,
pero no existe tal infinito ni tal compañía.
-¡Quien pudiera cruzar el espejo y abrazarse a sí mismo...!
-¡Quien pudiera salir del espejo y abrazar tanta vida...!
-¿Para qué vivir?
-Para contar historias supongo.
-¿Para que amar?
-Para sufrir.
-¡Recorreré el mundo hasta encontrar a mi amor!
-Ah pero el mundo es muy grande mi querido, ¿quien le asegura la victoria?
-¡Qué tragedia esto de buscar! ¿A quien se le ocurre hacer los mundos
tan grandes?
-Supongo que alguien equivocó las medidas. Hizo el mundo tan grande y
la felicidad tan ínfima; hizo la tristeza tan amplia y las sonrisas
tan cortas; a los hombres pequeños y a los sueños grandes; a la muerte
infinita y a la vida pasajera.
-Alguien debería renovarle las recetas.
-Estamos en el banquete equivocado.
-Moriré en la búsqueda.
-¿Morir? ¡Pero si ya está muerto!
-¿Cómo puede ser esto si siento el aire entre mis huesos?
-Llevas dentro la muerte misma. Duerme enroscada entre las tripas y
habita tu vientre de amor. Es tu pequeña hija a la cual alimentas y
acaricias por sobre la piel. La imaginas en tus brazos y sueñas verla
sana y fuerte, imaginas sus primeros pasos, sus primeros años de
escuela, y la oyes gritando "¡Papá, papá, mira que lindo dibujo he
hecho!". Acaricias la muerte cada vez que acaricias al amor y no haces
más que morir un poco cada vez que amas. Imaginas la muerte entre tus
brazos cuando imaginas a tu amado en tu calor y sueñas ver tu amor
sano y fuerte sin saber que fortaleces a la muerte. Imaginas sus
primeros pasos sin ver la muerte caminando a tu encuentro y los
primeros años en los que se adueña de ti hasta que la oyes gritando y
te oyes gritando a ti miso a causa de ella. Llevas dentro la muerte
misma, pero algunos románticos creyeron ver allí el amor. ¿No es a fin
de cuentas la muerte quien llorará por nosotros? Corremos detrás del
amor sin saber dónde se encuentra, y nuestro amado corre junto a
nosotros sin saber de nuestra existencia. ¡Quién habrá hecho el mundo
tan grande...! Lloramos por el ancho mundo pero más lloramos porque
sabemos que en él habita ese otro que lleva la vida, y no sabemos
dónde. Lloramos porque se nos derrama el amor de los ojos sin saber
que en realidad lloramos porque sin ese amor poco a poco morimos,
llevamos en brazos a la pequeña muerte que nos abraza fuerte y
deambulamos ciegos bajo el inmenso cielo.
-Llevo la muerte entre mis huesos, durmiendo en mi vientre de
Apocalipsis, ¡pero qué fuerte es este amor que la muerte misma
respira! ¿No vale morir al éxtasis de esta felicidad cuando besamos al
aire y encontramos en el viento una tormenta de besos? ¿Y junto a
quien más sino al amor criamos a la muerte, hija de nuestra carne
misma? ¿Dónde está la fuente en donde brota la vida? ¿Dónde está el
árbol en que florece el amor? ¿No vale la pena todo eso?
-Valiera la pena encontrarlo.