Ganímedes llora en lo alto del Olimpo. Llora porque le han dicho que pronto su Dios lo abandonará. Bajo su ventana lloran sus canes con un lánguido aullido, y en el cielo, la divina águila lo vigila en vuelo triste. Ganímedes llora, porque pronto despertará de su sueño. Le han dicho, otros dioses, que su amor lo convertirá en estrellas. ¡En estrellas! piensa el escanciero. Sus lágrimas de plata se deslizan como diamantes por su piel de seda. ¡Mi dios, mi amado dios me abandonará! Se lamenta. La tarde, silenciosa, cubre con su manto de fuego al mundo.
Ante mí, los otros, han caído rendidos, piensa el pastor. Ante mí, ha cesado su ímpetu tu hermano, Poseidón, una mañana de furia; y abandonó a sus musas Apolo, mientras cien vírgenes le rendían culto. La hermosa Afrodita mal me quiere, pues enloquece al no poder quitarme la belleza que ella no me ha dado, y el hermoso señor Ares serena sus pasos ante mis pasos. Pero mi dios, tú me alejas.
Seré de estrellas, todo de estrellas, pero qué más quisiera yo que mantener esta carne viva y ardiente bajo el infinito firmamento. Seré todo de estrellas, y tu rayo luminoso será fecundo entre mis astros. Penetrarás la bóveda divina de mi cuerpo y daré a luz el sol de nuestro amor.
Pero no será lo mismo.
Ya no volveré a sentir tus brazos fuertes meciéndome mientras dormito, ni el brío de tu corazón cuando descanso mi cabeza en tu pecho. Ya no sentiré tus muslos exhaustos a mi alrededor, ni el perfume de tus cabellos de cielo, ni tu cariño; nada. Seré todo de estrellas y tú eres el cielo, pero qué más quisiera yo que conservar esta seda y plata y sangre que es mi cuerpo solo para ti.
Los otros, me han soñado. Todos ellos te envidian mi cariño. Algunos lo han dicho abiertamente, otros guardan silencio. Soy el sueño de toda la Hélade dormida, sueña Grecia que me posee. Pero tú que me tienes, me alejas.
Lloro solo en lo alto del Olimpo.
¿Qué harás cuando yo sea de luz, coronado para siempre entre los astros eternos? ¿Quién verterá el vino de tu amor o de tu odio, de tu perdón o tu castigo sobre la copa imperial, que besará tus labios para siempre por mí? Bajo mi espalda conservo el gobierno del mundo. El destino reposa en mis caderas. Entonces mi amado dios, te pregunto, ¿Por qué, si me amas, me alejas?
¡Devuélveme a Troya! Moriré en la tierra pura que me formó. Volveré y moriré como pastor, y la hierba será mi lecho. Rehusaré del Hades y de Némesis y por siempre dejaré de ser.
Pero seré todo de estrellas.
Prendido del cielo cubriré este monte que nos ha reunido; tu fuego divino quebrará mi silencio nocturno e invadirá mis entrañas celestiales. Lleno de ti se encenderán mis astros. Yo seré la luz, y tú serás la abrazante oscuridad que me rodea. Nadie podrá quitarnos el cielo, y fecundaremos la tierra.
2 comentarios:
10:27 p. m.
Me encanto lo de hefestion, muy lindo la verdad!
te dejo mi mail bethesky@hotmail.com
abraso!
8:52 p. m.
(La palabra más bella: escanciero.)
Al amar a un dios se corre ese riesgo; anhelo de eternidad. ¿Riesgo? ¿Qué desearíamos más que ser estrellas? Pero no; el deseo nos hace devenir estrellas eternamente, y no llegar a serlas nunca...
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