Cuerpo

Mi cuerpo.
Mis brazos, mis piernas, mis ojos y mi lengua. Nariz, orejas, manos y pies. Deseosos de vibrar, sentir su fuerza arremeter,
al viento.
La graciosa energía que mueve mis miembros como si fuera ola mi cuerpo, como si de agua fuera mi piel y de cielo mis deseos.
Natural y salvaje, naturalmente indomesticable.
Respira el cuerpo en su piel y en su tiempo. Suda y ríe con el calor del deseo, es su sonrisa lujuria y es su lujuria exceso.
Vibra el cuerpo al compás del universo. Somos cuerdas afinadas al unísono, somos sintonía y perfecto anhelo.
Entonces
¿Qué es este cuerpo en el que no me veo?
¿Qué son estas piernas y brazos, qué son tantos pliegos?
¿Cómo surge este rechazo de mi mismo contra mí entero, de donde viene este exilio, por qué soy mi propio anti cuerpo?
Vibro a destiempo.
Algunos tañen mis cuerdas.
Algunos me desafinan.
Algunos interpretan melodías.
Otros escriben deseos.
¿Qué soy qué no me hallo aquí en donde estoy
con tanto de mí en mi propio cuerpo?
¿Qué son estas formas fuera de mi imagen y mi sueño? Son reales.
Pero acaso yo no las quiero.
Quiero moldearme como la arcilla bajo la lluvia
con manos de alfarero
construir(me) a mi antojo
ser mi padre y mi madre, ser mi hijo y ser
yo.
Seré yo algún día,
no más que yo, pero no menos.
Seré simplemente por ser
por desear
por explotar
de embriagante fuerza
y de incontenible exceso.
¡Seré yo pero sere tan yo...!
¡Tan mío, tan cierto... !
Seré tan pero tan...
que ya no seré
más que algo nuevo.

¿Qué hago mientras, aquí encerrado
detrás de una infinita pared
de sangre y de hueso?
¿Detrás de que costillas enrejadas
estoy yo?

Dónde?

El balcón

/Se abre el telón. Vemos un balcón no muy alto, que da al escenario. Debajo del balcón está la entrada al edificio. Luz al balcón y a la entrada. Una chica está debajo del balcón/

-¡Martín! ¡Abrí!

/Silencio/

-¡Martín! ¡Abrí-lapuer-ta!

/Silencio/

-¡Pero la puta madre, ya sé que estás ahí!, ¡¿Me podés abrir?!
-Martín no está.
-¡Daleee!
-Martín se fué. No se cuando vuelve. Rajá.
-Te estoy viendo pedazo de boludón.
-Flasheás.
-¡Un carajo! ¡Bajáme a abrir Martín!

/Martín se asoma apenas por el balcón/

-¡Ah Nati!, ¿Cómo andas? ¿Qué andás haciendo? Qué sorpresa verte por acá...

/Nati, irónica/

-¡Yo muy bieeen!, ¿Vos como andás? ¿Qué hacías escondido? Yo justo pasaba por acá y me dije "Vamos a ver al tarado de Martín".
-Me encontraste de casualidad, recién llego.
-¿Qué suerte la mía no?
-Sí... siempre rompiendo las pelotas en el peor momento.

/Nati, sorprendida/

-Ah... ¿Estás con alguien?
-No, pero estaba en paz.
-Martín... abrime dale...
-Nop.
-¿Por qué no?
-Porque no puedo.
-¿Por qué no podés?
-Porque estoy en bolas. No da.
-¡Y vestite!
-Perdí la ropa. Toda. Ni idea donde la dejé. Re mal.
-¡Bajá en bolas entonces! Como si nunca te hubiera visto desnudo.
-Es que ahora me da vergüenza.
-¡Ah, mirá! ¿Y desde cuándo te da vergüenza?
-Desde vos-ya-sabés-qué.
-¡Qué tendría que decir yo entonces! Desde vos-ya-sabés-qué que estoy esperando que me abras la puerta.
-Ya sé.
-¿Y no me vas a abrir?
-No.
-Martín: No me voy a ir de acá hasta que no me abras la puerta.
-Nati... rajá. No-tevoy-a abrir.
-Y yo no-mevoy-a ir.
-¡Sos jodida eh! ¿Para qué carajo querés que te abra?
-Quiero pasar.
-¡Pero vos no podés pasar!
-¡¿Porqué?!
-Porque vos-ya-sabés-porqué.
-Ok ok, no me abrás. Yo me siento acá, en el escaloncito. Algún día vas a bajar.
-No. A la noche floto. Levito. Posta eh, yo que vos me voy.
-Te bajo a piedrazos entonces.
-¿Querés subir?
-Sí mierda, abrime. Dale Martín... bajá. Porfas.
-Ok. Dame la llave.
-¿No la tenías vos?
-Yo no.
-¿Cómo no tenés la llave? ¿No es la llave de la puerta de tu casa?
-Ajá. Y no sé dónde carajo está. No-tengo-lallave. No-tepuedo-abrir.
-¡Sos boludo eh! ¿No ves que sin la llave vos tampoco vas a poder salir?
-Ya lo sé.
-¿Y no te jode?
-Yo pensé que la llave la tenías vos...
-Yo no tengo la llave Martín, si no ya hubiera entrado. Vos me tenés que abrir...
-¡Pero yo tampoco la tengo Nati! Estamos cagados.
-¿... Y entonces como hacemos?
-No sé.
-¿No sé?
-No, no sé.

/Nati se sienta en el escalón. Martín se sienta en el balcón. Pasan algunos minutos/

-¡Ey!
-Que pasa.
-¿Y no tenés una soga?
-¿Para?
-Para saltar.
-Nati, ¿Estás drogada?
-¡No tonto, para subir, para qué va a ser!
-¡Ah!

/Silencio/

-¿Y?
-¿Qué?
-¿Tenés alguna soga?
-A ver... mmm...

/Martín entra a buscar la soga. Luego, sale/

-No che, nada.
-¿Te fijaste bien?
-Sí.
-Ah...
-¿Y si saltás?
-¿Si salto?
-Y sí. Capaz llegás.
-Estás re alto boludo, no llego ni en pedo.
-Y, pero si saltás bien alto...
-No voy a llegar Martín...
-O sea, así, bien bien alto...
-Pero vos te vas a tener que agachar también. Capaz si te estirás...
-Mmm.. no sé, me voy a ir de boca.
-Pero agarrate bien de la baranda.
-Me da vértigo boluda... me voy a hacer puré contra el piso.
-Enroscáte las piernas.

/Martín se enrosca las piernas en la baranda/

-¿Así?
-Claro. A ver, yo voy a saltar, ¿Vos dame la mano sí?
-Oka.

/Nati salta varias veces, no muy alto/

-¡Naah, pero tenés que saltar bien alto Nati!
-¡Ok... pero vos estirate bien eh!
-Oka, dale, saltá.

/Nati vuelve a saltar, más alto. Se nota el esfuerzo que hace. Martín a su vez trata de agacharse lo más posible, estirando el brazo/

-¡Ahí va, dale!
-¡Estás muy alto Martín...!
-Un poquito más...
-¡Ok...!
-¡Dale...!
-¡Ay!

/Nati sigue saltando hasta que para por el cansancio. Martín también, deja de estirarse y se retrae un poco en el balcón/

-...
-No llegamos Nati.
-No...

/Silencio. Nati, sollozando/

-Pero escucháme... ¿Vos estás seguro que no-tenés-lallave?
-Sí...
-¿Y como carajo la perdiste?
-La perdí vos-ya-sabés-como...
-Ah...

/Caen los dos, abatidos. Silencio. Luego de varios minutos/

-Ey... ¿Estás ahí...?
-Ajá... ¿Vos?
-Sí, yo estoy acá en el escaloncito.
-Ah, yo no me moví, estoy acá en el balcón todavía.
-Ah...

/Silencio corto/

-Bueno... no sé que hacemos...
-Ni idea...
-Che Nati, me dió frío... ¿Me voy un rato adentro sí?
-Sí... ¿Levantó fresco no? Andá tranqui...
-Oka... vos... ¿Te vas a quedar ahí?
-Sisí... me quedo acá...
-¿No estás incómoda? ¿Te tiro una almohada...?
-Naaah, está todo bien.
-Ah... Bueno, capaz nos vemos después, entonces...
-Dale, si salís pegame el grito.
-Ok, cualquier cosa te aviso, me voy. Chau.
-Chau, que descanses.
-Gracias.

/Martín entra y desaparece. Nati se acurruca en el escalón, intentando dormirse/

Yo soy otro

Qué soy yo, si no puedo ser....
si no puedo sentir, si no puedo ver...
qué soy yo, si no puedo entender
que no soy yo, quien podría ser.

No soy yo, soy otro
pues no me siento, dentro mío
me siento ajeno, me siento ido
fuera de mi, enajenado.

Me siento vacío, me siento lejano
como un otro herido, como un yo olvidado
qué soy, si no puedo ser?
soy vacío, soy no-espacio.

Que soy, si no puedo ser...
ni tuyo ni mío, siquiera de otro
soy recuerdo, pero soy olvido
soy conciencia, soñando nada.

Yo soy otro, y entonces me desconosco
y vos no sos; acaso seas, o quizás fuiste
y si nadie es, pues parece ser
que estamos solos, y que nada hay.

Pero entonces, como es que te imagino
y te siento alguien, lleno y presente
sos vos, indiferente?
o soy yo, incapaz de llamarte?

Soy yo, pero soy otro
y vos sos otro, ajeno a mi cuerpo
te retiene mi pensamiento, en el vacío un instante...
te suelta el recuerdo, y te vuelves nada.

Dead as Love

-Y entonces se encadena uno a su sueño hasta que lo vuelve pesadilla.
-¡Qué raro esto que usted me cuenta...!
-C'est la vie monsieur, pero hay algo de lo que creo no se ha dado cuenta.
-¿Qué es esto?
-¿Cómo podría uno mismo encadenarse? No, obviamente, hay alguien más
junto a nosotros que fuerza las cadenas y cruza el candado
asegurándose nuestra prisión.
-¡Cruel!
-No lo creo. ¿Cómo pudo ese uno tomar las cadenas y pacientemente
abrazarnos con ellas? No sin nuestro consentimiento.
-¡Qué tragedia esto de vivir! ¿No puede uno decir "Gracias por la
compañía, tome sus cadenas y arme un puente levadizo", y así sin más,
marcharse y recostarse en alguna nube?
-Se va y se viene, plante el árbol de su esperanza y espere.
-¿Qué debo esperar?
-A que llegue la vendimia y la muerte pacientemente coseche todas sus
ilusiones.
-Prefiero beber el aire puro y respirar la tierra de mis pies y ser
alimento fresco para el viajero hambriento.
-Vivimos en una tierra solitaria, mi querido.
-Florecería simplemente para respirar mil colores y henchirme lleno de
vida, extasiado de fuerza.
-¿Sabe lo que les sucede a los frutos llenos de vida?
-¿Qué les sucede?
-O bien se vuelven alimento de algún desconocido, o bien caen al suelo
y con mirada tristísima, luego de alguna trágica sentencia, mueren.
-Se pudren.
-En absoluto. ¿Cómo puede decir que simplemente se pudren cuando hace
unos instantes les adjudicaba el hálito puro del amor que nos mueve?
-¿Pero dónde está el amor entonces?
-Aquí y allí supongo, de a puñados en cualquier lugar.
-¿Cómo puede ser esto? Debe haber una fuente, debe haber un árbol, de
donde nazca el brío del arroyo y el fruto infinito en el cual los
hombres puedan beber y comer y ser felices por siempre.
-No he visto más que algunos charcos en mi juventud.
-¡Qué tragedia esto de amar!
-Oh, y recuerdo también un arbusto que ofrecía unos frutos amargos,
pero creo que un jardinero vino y lo arrancó confundiéndolo con la maleza.
-Quisiera ser rey para ser feliz.
-Quisiera ser bello para ser feliz.
-Quisiera ser feliz para gobernarme a mí mismo.
-Quisiera ser feliz para ver belleza allí donde mire.
-La vida está llena de espejos.
-Muy cierto. Nos creemos en un basto mundo y nos vemos de mil maneras,
pero no existe tal infinito ni tal compañía.
-¡Quien pudiera cruzar el espejo y abrazarse a sí mismo...!
-¡Quien pudiera salir del espejo y abrazar tanta vida...!
-¿Para qué vivir?
-Para contar historias supongo.
-¿Para que amar?
-Para sufrir.
-¡Recorreré el mundo hasta encontrar a mi amor!
-Ah pero el mundo es muy grande mi querido, ¿quien le asegura la victoria?
-¡Qué tragedia esto de buscar! ¿A quien se le ocurre hacer los mundos
tan grandes?
-Supongo que alguien equivocó las medidas. Hizo el mundo tan grande y
la felicidad tan ínfima; hizo la tristeza tan amplia y las sonrisas
tan cortas; a los hombres pequeños y a los sueños grandes; a la muerte
infinita y a la vida pasajera.
-Alguien debería renovarle las recetas.
-Estamos en el banquete equivocado.
-Moriré en la búsqueda.
-¿Morir? ¡Pero si ya está muerto!
-¿Cómo puede ser esto si siento el aire entre mis huesos?
-Llevas dentro la muerte misma. Duerme enroscada entre las tripas y
habita tu vientre de amor. Es tu pequeña hija a la cual alimentas y
acaricias por sobre la piel. La imaginas en tus brazos y sueñas verla
sana y fuerte, imaginas sus primeros pasos, sus primeros años de
escuela, y la oyes gritando "¡Papá, papá, mira que lindo dibujo he
hecho!". Acaricias la muerte cada vez que acaricias al amor y no haces
más que morir un poco cada vez que amas. Imaginas la muerte entre tus
brazos cuando imaginas a tu amado en tu calor y sueñas ver tu amor
sano y fuerte sin saber que fortaleces a la muerte. Imaginas sus
primeros pasos sin ver la muerte caminando a tu encuentro y los
primeros años en los que se adueña de ti hasta que la oyes gritando y
te oyes gritando a ti miso a causa de ella. Llevas dentro la muerte
misma, pero algunos románticos creyeron ver allí el amor. ¿No es a fin
de cuentas la muerte quien llorará por nosotros? Corremos detrás del
amor sin saber dónde se encuentra, y nuestro amado corre junto a
nosotros sin saber de nuestra existencia. ¡Quién habrá hecho el mundo
tan grande...! Lloramos por el ancho mundo pero más lloramos porque
sabemos que en él habita ese otro que lleva la vida, y no sabemos
dónde. Lloramos porque se nos derrama el amor de los ojos sin saber
que en realidad lloramos porque sin ese amor poco a poco morimos,
llevamos en brazos a la pequeña muerte que nos abraza fuerte y
deambulamos ciegos bajo el inmenso cielo.
-Llevo la muerte entre mis huesos, durmiendo en mi vientre de
Apocalipsis, ¡pero qué fuerte es este amor que la muerte misma
respira! ¿No vale morir al éxtasis de esta felicidad cuando besamos al
aire y encontramos en el viento una tormenta de besos? ¿Y junto a
quien más sino al amor criamos a la muerte, hija de nuestra carne
misma? ¿Dónde está la fuente en donde brota la vida? ¿Dónde está el
árbol en que florece el amor? ¿No vale la pena todo eso?
-Valiera la pena encontrarlo.

Tanta muerte...

(30 años)

La ciudad cierra los ojos ante la muerte. Por sus calles grises el viento recoge los gritos ahogados y los diluye en un cielo que alguna vez supo ser celeste. Detrás de cada puerta bajo cada ventana se esconde una mirada aterrada. Miles de ojos como los mismos cerrojos de las puertas pestañean sus miedos ocultos, en silencio. Crujen las hojas, una voz de dolor desaparece junto a la vida que la pronuncia no lejos de aquí, y es que el aquí se vuelve todo lugar, los gritos se multiplican y entonces nos rodeamos de sangre muerte y fuego. A las voces se las lleva el viento pero a los cuerpos los autos. Cocidas las bocas y los ojos con hilo y aguja de hierro, para no decir aquello que puja por salir, por nacer en palabras de tristeza infinita y para no ver el horror y la impotencia y la gente que se va para no volver. ¿A dónde se van? ¿A dónde se los llevan? ¿A dónde te llevan? ¿A dónde por Dios, a dónde? Van pero no vienen. Cada vez somos menos, soy hoy y mañana puedo no ser. Se siente, se dice, se intuye la muerte en cada esquina, en cada auto, en cada mirada. ¿Qué es todo este terror que tenemos que vivir? Oscurece y al encenderse las blancas luces mientras el frío nos saca el alma por las bocas un monstruo se levanta de su sueño para rondar como niebla entre los hombres. Se caen los sueños de las manos como cenizas y a veces los hombres mismos se vuelven cenizas y los sobreviven sus sueños. Quizás se vuelven pájaros y sobrevuelan la ciudad que cierra los ojos ante la muerte, ante tanta muerte, entonces podemos creer que los sueños no mueren y que aun muertos nosotros, alguien los recogerá y los oirá cantar. Porque todos se van. ¡Quién sabe a dónde se van! Tarde o temprano todos concluiremos allí. Más o menos golpeados, con más o menos lágrimas en los ojos rojos, nos reencontraremos allí, donde la oscuridad todo lo devora y los golpes y los gritos y el dolor… el dolor…
Renace el sueño de niño en horrible pesadilla, y nunca hubiera creído lo horrible que se siente ser pájaro ciego y sin alas sobrevolando los cómplices mares aterrado del aire y de ser tan libre y al mismo tiempo de carecer de tanta libertad. Ser pájaro ciego y sin alas que cae muerto o vivo en la inmensidad del olvido, en un mar de personas que dejan de ser personas para ser números en negativo. Caen como pájaros en invierno.
¿Qué es este sueño horrible que soñamos? ¿Cuándo se irá la muerte con sus largos bastones y sus perros vagabundos y sus uniformes y vehículos? ¿Qué es esta vida que pende del hilo de una madeja que yo no conozco?
¿Cuándo acabará tanta muerte?
Año tras año tras año el silencio y el frío recorrerán este sueño porque no es sueño sino recuerdo y es tan viva esta muerte que ya no me siento más que un anhelo perdido, la esperanza de un muerto;
Sí, alguien me ha soñado, soy la ilusión vaga de un fantasma dormido, yo miro al pasado y en el espejo de sus ojos me veo a mi mismo;
Y lo veo a él y los veo a los otros y estiro mi mano y traspaso espíritus y grito y me gritan pero somos polvo en la nada y el viento nos lleva y también el río
A dónde van a parar aquellos que en silencio retiran sus pasos de este mundo y a donde se van sus voces sus risas y sus sueños, nos volvemos humo nos volvemos tierra nos volvemos río pero volver, jamás.
¿A dónde te llevan, por Dios, a dónde…? No me dejan decirte adiós, me roban tus abrazos y me obligan a creer que nunca has estado. Pero yo sé, sé muy bien que exististe, aunque no seas ahora más que una sombra a mi lado, un grito en el viento, ¿Cuándo terminará tanta muerte, cuando…?

El llanto de Ganímedes

Ganímedes llora en lo alto del Olimpo. Llora porque le han dicho que pronto su Dios lo abandonará. Bajo su ventana lloran sus canes con un lánguido aullido, y en el cielo, la divina águila lo vigila en vuelo triste. Ganímedes llora, porque pronto despertará de su sueño. Le han dicho, otros dioses, que su amor lo convertirá en estrellas. ¡En estrellas! piensa el escanciero. Sus lágrimas de plata se deslizan como diamantes por su piel de seda. ¡Mi dios, mi amado dios me abandonará! Se lamenta. La tarde, silenciosa, cubre con su manto de fuego al mundo.
Ante mí, los otros, han caído rendidos, piensa el pastor. Ante mí, ha cesado su ímpetu tu hermano, Poseidón, una mañana de furia; y abandonó a sus musas Apolo, mientras cien vírgenes le rendían culto. La hermosa Afrodita mal me quiere, pues enloquece al no poder quitarme la belleza que ella no me ha dado, y el hermoso señor Ares serena sus pasos ante mis pasos. Pero mi dios, tú me alejas.
Seré de estrellas, todo de estrellas, pero qué más quisiera yo que mantener esta carne viva y ardiente bajo el infinito firmamento. Seré todo de estrellas, y tu rayo luminoso será fecundo entre mis astros. Penetrarás la bóveda divina de mi cuerpo y daré a luz el sol de nuestro amor.
Pero no será lo mismo.
Ya no volveré a sentir tus brazos fuertes meciéndome mientras dormito, ni el brío de tu corazón cuando descanso mi cabeza en tu pecho. Ya no sentiré tus muslos exhaustos a mi alrededor, ni el perfume de tus cabellos de cielo, ni tu cariño; nada. Seré todo de estrellas y tú eres el cielo, pero qué más quisiera yo que conservar esta seda y plata y sangre que es mi cuerpo solo para ti.
Los otros, me han soñado. Todos ellos te envidian mi cariño. Algunos lo han dicho abiertamente, otros guardan silencio. Soy el sueño de toda la Hélade dormida, sueña Grecia que me posee. Pero tú que me tienes, me alejas.
Lloro solo en lo alto del Olimpo.
¿Qué harás cuando yo sea de luz, coronado para siempre entre los astros eternos? ¿Quién verterá el vino de tu amor o de tu odio, de tu perdón o tu castigo sobre la copa imperial, que besará tus labios para siempre por mí? Bajo mi espalda conservo el gobierno del mundo. El destino reposa en mis caderas. Entonces mi amado dios, te pregunto, ¿Por qué, si me amas, me alejas?
¡Devuélveme a Troya! Moriré en la tierra pura que me formó. Volveré y moriré como pastor, y la hierba será mi lecho. Rehusaré del Hades y de Némesis y por siempre dejaré de ser.
Pero seré todo de estrellas.
Prendido del cielo cubriré este monte que nos ha reunido; tu fuego divino quebrará mi silencio nocturno e invadirá mis entrañas celestiales. Lleno de ti se encenderán mis astros. Yo seré la luz, y tú serás la abrazante oscuridad que me rodea. Nadie podrá quitarnos el cielo, y fecundaremos la tierra.

Existen Otros...

Alguien dijo alguna vez que son pocos aquellos que viven, en tanto la mayoría solo se dedica a existir. Nada más cierto, teniendo en cuenta nuestras experiencias diarias en las cuales conocemos y olvidamos a un sinfín de seres que simplemente existen, apenas más reales que un fantasma o una sombra. Y nosotros mismos... la mayor parte del tiempo devenidos en animales, preocupados simplemente por las obligaciones irreales de una vida artificial. Actuamos inconcientemente, de acuerdo a las mecánicas tareas a las que nos debemos como engranaje de un sistema imposible.Así transcurren los días.De a ratos despertamos, cuando sin querer una mañana viajando en colectivo cruzamos un puente y vemos el sol despuntar; o cuando buscando el nombre de una calle se nos va la vista al cielo y descubrimos muchas más estrellas que la noche anterior. Otras veces es alguien el que nos "resucita". Una llamada inesperada, una sonrisa gratuita, o un artista sacándole chispas a su imaginación, en algún parque. Retomar los pasos luego de tamañas experiencias nunca deja de ser sumamente inquietante. ¿Porqué no está uno vibrando al unísono con la vida? Así comienzan las preguntas. ¿Qué hago yo vestido con este traje? ¿Qué hago presa de esta casa? ¿Porqué no estoy disfrutando de este día?De esta manera nos debatimos, intentando vivir plenamente pero también abandonándonos rápidamente a la muerte.Así transcurren los días.Pero también existen otros, diferentes a nosotros. Son aquellos que respiran intensamente el aire, y que al mirarlos a los ojos vemos un brillo infinito. Sus voces aparecen y desaparecen, pero sus palabras permanecen aun después de ser pronunciadas. Son aquellos que, estando nosotros sentados en algún banco, sentimos su presencia y su fuerza antes de encontrarlos. A veces están, a veces pasan y a veces nos abandonan. A veces nos hacen felices, y otras, tristes. Pero indudablemente, cuando el azar tuerce nuestros grises caminos y los cruza con el camino de alguno de estos seres, nuestras vidas irreparablemente cambian.